domingo, 24 de marzo de 2013

El recorrido (II) (La trascendencia de la idea)


Si observamos la flecha evolutiva  desde el “Big-bang” (según la ciencia aplicada al  mundo físico-material), se pasa de un nivel “sutil” (radiación, sopa de quarks, partículas subatómicas, átomos, etc.) a una condensación, cada vez de mayor complejidad  de “la materia” (energía). Desde el punto de vista de “estados” de la materia, también hay un paso de “gas”, “líquido” a “sólido” (lo entrecomillo, porque la diferencia entre un gas, un líquido o  un sólido es simplemente la velocidad con que se mueven sus partículas. En el sólido es donde están más estructuradas). Si seguimos con la estructuración compleja, llegamos a la creación de ciertas moléculas bases, ciertas “formas” que permiten el salto para la manifestación de la vida. 

Lo que aumenta en todo este proceso es “la información”. Una molécula de agua, tiene más información  (estructura, cualidades, etc.) que los átomos de hidrógeno y oxigeno por separado. Conforme aumenta la información, aumenta la complejidad (o viceversa). Esta “información” viene vinculada, en el sentido que es posibilitada,  a  las “fuerzas/leyes” que rigen la materia inerte. Por lo tanto parece lógico pensar, que la información trasciende la materia. Veamos el razonamiento.

En primer lugar, si observamos el proceso “creador-constructor” del ser humano, antes de llevar algo a la “práctica”, existe una “idea”, una intención, que trasciende la materia  y que más tarde permitirá su “materialización”.

Podemos haber pensado, que por “casualidad”, las leyes son las que son, se manifiestan como se manifiestan, creando lo que crean. Pero hagámonos la siguiente pregunta: ¿Qué es más complejo, un reloj de arena, o un ser unicelular?.

El reloj de arena lo conforma un vidrio (que se encuentra fácilmente en la naturaleza) con una cierta forma, relleno con una cantidad de arena (no hay elemento más común que el sílice en la naturaleza) y un soporte que permita su volteo, para que la arena pase de un recipiente al otro (tres elementos con forma y la arena en su interior).

Un ser unicelular tiene una complejidad enorme con respecto al reloj de arena, la “información” es millones de veces más compleja, porque tiene multitud de “elementos” (mitocondrias, proteínas, ADN, ARN,..) funcionando en sincronía con miles de reacciones químicas complejas por segundo.  Si ambas cosas las dejamos en manos del  “ciego-azar”  durante el mismo tiempo, desde el principio de nuestra Tierra, hasta “el origen” de la vida, matemáticamente, lo menos complejo es mucho más probable que lo más complejo. ¿Porqué no hay más relojes de arena?

Cuando vemos estructuras regulares que pueden tener ciertas “funciones” (o utilidades), inmediatamente pensamos en una “inteligencia” que la ha diseñado y construido. Por ejemplo, vemos varias piedras enormes en cierta disposición regular (digamos Stonehenge), y no decimos, ¡vaya! qué curiosa disposición debido al azar,  sino que rápidamente deducimos que hay “intención” en su estructuración. Sin embargo, vemos algo tan complejo como un organismo unicelular, y deducimos en contra de las probabilidades y del sentido común, que se ha creado por “azar”.

Si utilizamos nuestro pensar lógico, apoyado en la teoría de probabilidades y la observación experimental, este, nos invita a postular, que hay unas leyes “con intención”. Es decir, esas leyes de la naturaleza que pueden expresarse matemáticamente, son como son, porque su objetivo es crear unas condiciones específicas. Esas leyes y la “información” que se oculta detrás de ellas, TRASCIENDEN por completo nuestro universo material. Solamente un ser, con la capacidad de “pensar”, es capaz de “vincular la idea” (y quizás expresarla simbólicamente mediante las matemáticas) que está unida a  la manifestación material que la expresa.  Ahí, en ese “pensar”, está manifestándose el elemento TRASCENDENTE que caracteriza al Ser Humano.

Quizás es el momento de explorar terrenos nuevos. Para lo cual,  invertiremos  la tesis: “la complejidad estructural posibilita la conciencia y el pensar” por:   “La conciencia y el pensar” como actividad TRASCENDENTE, han posibilitado la complejidad estructural para manifestarse en la materia”. Veremos si la observación apoya este cambio de perspectiva.


Imágenes tal y como aparecen en internet.

domingo, 10 de marzo de 2013

El recorrido (I) (de la observación)






Dijo J.W Goethe: “La creencia no es el principio, sino el fin de todo conocimiento”.  El poeta, dramaturgo, filósofo,… y  ‘científico observador’ Goethe,  llegó a esta conclusión,  después de una exhaustiva observación de la naturaleza. Efectivamente, esa observación científica le lleva al conocimiento y este, indefectiblemente a admirar la “inteligencia” que descubre detrás de la naturaleza, lo cual, como inducción lógica final,  le lleva a la “creencia”.

Albert Einstein acuño la frase: “el azar no existe. Dios no juega a los dados”, esta frase la utilizó  para demostrar su inconformidad con la mecánica cuántica. No era religioso, y criticaba las religiones, pero era “deísta” como demuestran muchas de sus proposiciones, es decir, toda su ciencia le llevó a creer en “algo” y a “constatar” (para él mismo) que detrás de todo fenómeno hay unas leyes físicas que lo rigen. Por eso, consideraba que la mecánica cuántica que se limita a trabajar con la “incertidumbre” y cuya  única posibilidad de pronosticar algo en el mundo cuántico, es utilizar “todas las posibles” soluciones que puede manifestar cualquier evento y ver su probabilidad,  no lo consideraba como física, o dicho de otra forma, la física no se puede manejar con el azar.

Lo que estaban diciendo, es que existe una creencia máxima en el mundo científico que ha permitido el desarrollo de la ciencia: “detrás de todo fenómeno existen leyes que lo rigen” y hay una ley base: La ley de causa-efecto o principio causal. Toda causa produce un efecto, y todo efecto es debido a una causa.
Si esto no fuera así, o todo era obra del “capricho de los dioses”, o es algo caótico e impredecible. Dicho en palabras modernas, lo desconocido  es fruto del “azar y la casualidad”. Cuando desconocemos la ley, y decimos  que todo es fruto del azar (aunque hayamos “modelado” matemáticamente el azar) es equivalente a decir, (como decían en la antigüedad) “todo es el capricho de los dioses”.  Invocar el azar o la casualidad,  ¿no será una forma de apartar la atención de la búsqueda de la ley que rige el fenómeno? ¿La razón no será quizás, que esté fuera de nuestra isla de conocimiento?

En resumen: Primero observación y después observación. Luego buscar la ley que hay detrás  de lo observado.
 Ahora la ciencia física ha llegado a unos límites (que no tiene la matemática). Quizás es la hora de dar un paso más, dejarnos llevar por las indicaciones de los “iniciados” (obtenidas en estado de conciencia diferente al pensar cotidiano), admitir sus instrucciones como “hipótesis” de trabajo (apertura de mente, o mente si prejuicio) e investigar con la observación (y la matemática con modelizaciones mientras sea posible) y con el pensamiento racional para observar  la “lógica” que se puede encontrar detrás de sus indicaciones.

Podríamos empezar con La trascendencia … para la próxima entrada.

Imágenes tal y como aparecen en internet